Todo comenzó cuando salí de la universidad, siempre he sido una niña soñadora y creativa, sin embargo, después de graduarme de la carrera de mercadotecnia, sabía que lo más evidente, sería terminar trabajando en una oficina. La idea en sí no me molestaba ya que de cierta manera el tema me apasiona y el campo laboral en esta industria es relativamente amplio. Sin embargo, por alguna razón, algo en mi interior me decía que mis manos creativas no debían quedarse limitadas a un teclado de computadora y una taza de café por la mañana.

Debo confesar, que la joyería siempre ha sido para mi, una debilidad. La creación de diseños creativos e innovadores han sido parte de mi vida desde que tengo memoria.

Aprovechando los tiempos en los que vivimos, en donde el trabajo y la creación de productos personalizados son cada vez más valorados, quise tomar el riesgo de expandir mis horizontes y dejar volar mis sueños. Si algo me quedaba claro, era que tenía ganas de hacer algo productivo que a la vez me hiciera sentir que el trabajo era un gusto y que no había un lugar en donde preferiría estar.

Sabía que este sueño venía de la mano de grandes y retadoras situaciones, como algunos dicen: “Si tus sueños no te asustan, es porque no son lo suficientemente grandes.

Con esta idea en mente y unos cuantos diseños listos para vender, decidí poner manos a la obra y convertir mi hobby en un modelo de negocio.

Tengo que confesar que en un principio no sabía siquiera por dónde comenzar. Quizá sin saberlo, este era el punto de partida ideal.

Si por alguna razón compartes conmigo la pasión por el mundo de la joyería, es probable que ya te hayas percatado de que estamos dentro de un mercado competido y dinámico, sin embargo, siempre existe un espacio desconocido que está esperando nuestra llegada.

Solo como dato, es importante saber que México es el tercer productor de plata a nivel mundial y uno de los más importantes de oro. Las entidades con mayor actividad en la industria son el Distrito Federal, Jalisco, Estado de México, Guerrero y Yucatán.

Una vez que decidí lanzarme al mercado, lo primero que hice fue tener mi producción disponible, definí modelos, colecciones, colores y tendencias. Comencé a compartirle a las personas más allegadas a mi, sobre mi nueva línea de joyería y empecé a sentir una clase de adrenalina que me gustaba, desde que despertaba hasta que anochecía me la pasaba pensando en qué más podía hacer para darme a conocer.

Las personas a las que llegué, comentaron que mis diseños les gustaban, comencé a vender parte de mi producción, hasta darme cuenta de que ya no conocía a nadie nuevo a quien pudiera ofrecerle mis productos.

En un principio sentí frustración, además, me preocupaba que no contaba con un local físico, haciendo que la venta de mis productos fuera meramente de boca en boca a puros conocidos, fuera de uno u otro desconocido quién se había enterado de mi marca por medio de alguien más.

Sobre la marcha, me daba cuenta de que debía de conocer nuevos mercados, ampliar mis horizontes y acercarme a gente que jamás creí conocer. Una tienda en línea era la solución. Al evaluar este hecho, supe que la inversión, definitivamente sería menor a la de una tienda física y los beneficios, mayores de los que me imaginaba.

Sabía que tenía que viralizar mi negocio o con el paso del tiempo mi marca moriría a falta de nuevos clientes potenciales.

Mi falta de experiencia sonaba aterradora, sin embargo mi disposición alcanzaba para ponerme al día en un nuevo mercado, el mercado digital.

Recuerdo que era martes, la ansiedad me hizo pasar una noche fatal por lo que al despertar, salí al café que más me gusta, me lleve mi computadora, puse mis audífonos y miré aproximadamente 100 videos de personas hablando sobre la facilidad de usar herramientas para vender en línea. A medida que los veía me daba cuenta de que lo que ayer parecía imposible, mañana se convertiría en mi propia tienda en línea.

Redacté una lista de los puntos importantes que necesitaría para comenzar, debo confesar por primera vez desde que comencé, sentí la relación y compatibilidad de la carrera que estudié con mi hobby.

Sabía que necesitaría:

1. Poner un nombre a mi marca y definir una imagen atractiva que proyectara lo que hago.

2. Necesitaría imágenes de buena calidad de mis productos.

3. Un logotipo.

Con estos elementos lograría mi cometido, contar a un cliente de manera visual lo que hago y la pasión que siento por ello.

Comencé a vestir mi tienda en Kometia, no voy a mentir, en un principio no sabía ni cómo comenzar. Me pregunté ¿cuál sería el tema que mejor le quedaría a mi tienda?, ¿qué eran las fotos de slider?, ¿dónde podía encontrar la definición de favicon?, ¿qué significaba HTML? entre otras mil preguntas. Pero sin más que mis ganas de seguir, comencé a adentrarme en el mundo Kometia.

A medida que avanzaba, comenzaba a entender el funcionamiento de cada uno de los apartados, aprendí a subir archivos, a generar contenidos e incluso descubrí que escribir un blog sobre lo que hago le daba un valor agregado a mi tienda.

En la plataforma me tope con la increíble casualidad de conocer a “Tamara de Kometia” quien además de ayudarme, me alentó positivamente para seguir adelante al resolver de manera inmediata todas mis dudas.

Actualmente puedo decir que con ayuda de consejos que leo constantemente en el blog de Kometia, así como otras acciones que he decidido tomar, he logrado entender cada vez más profundidad que el comercio en línea requiere de las estrategias apropiadas de comunicación para comenzar a vender.

Es un hecho que no existe como tal un camino amarillo que indique a ciencia cierta qué medidas o acciones tomar, sin embargo, como dicen localmente: “El que quiera tienda que la atienda.

Atte. Una cumplidora de sueños que convirtió un hobby, en su motor de vida.

 


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